Aprendizaje y conducta infantil

  • 8 febrero, 2017

Desde el mismo momento del nacimiento, el niño o la niña comienza a aprender. Aprende a fijar su atención, a responder a las caricias, al dolor, a moverse, a andar… TODO se aprende. Y en casi todo intervienen las personas de apego y las figuras relevantes en su vida: los padres, la familia, los profesores y compañeros de clase, los amigos, la TV, la calle…

En ese continuo aprendizaje se producen también aprendizajes erróneos como las rabietas, los miedos, los celos, la agresividad… todas las conductas que consideramos problemáticas han sido previamente aprendidas sin que seamos conscientes de cómo ha ocurrido.

En el aprendizaje de esas conductas problemáticas intervienen las figuras de referencia (padres, madres, maestras…) de manera activa (aunque no intencional) a través de un sistema de refuerzos y castigos que se establecen con el niño o la niña.

Con respecto a las conductas problemáticas de los hijos e hijas, se les da a veces una explicación inexacta que contribuye al mantenimiento de las mismas y la no solución de tales problemas.

Acudimos al destino de cada uno que es difícilmente modificable como causa explicativa: “Es que lo lleva en la sangre”¸ “Cuando se pone así no hay quien …”, “lo doy por imposible”.

La herencia: “Es igual que su padre”; “su abuela tenía ese genio”; “yo era igual de retraída de pequeña”. (los científicos aún tienen serias dudas sobre la influencia de la herencia en el comportamiento humano)

Todas estas falsas causas contribuyen a que pensemos que la conducta problemática es inamovible y que no podemos hacer nada para cambiarla creándose así una actitud de carácter determinista−fatalista en padres y profesores que no ayuda en absoluto.

Pero es que el niño o la niña también escucha e interioriza esos comentarios y llega a pensar que cualquier esfuerzo que haga por cambiar será en vano, entonces ¿para qué molestarse?

Por eso la mejor opción ante cualquier conducta es describirla en lugar de clasificarla o etiquetarla. De esta manera estaremos más dispuestos o dispuestas a intervenir o pedir ayuda para mejorarla en lugar de esperar que desaparezca por si misma o resignarnos a tener un hijo o hija problemáticos.